La Biblioteca Popular Cornelio Saavedra, como bien sabemos, es mucho más que solo un espacio de lectura. Es un refugio de voces, una trinchera cultural, es como una estación donde la historia hace una pausa y se deja hojear. Y en ese contexto único, nació y se desplegó una experiencia tan sensible como poderosa: la muestra fotográfica Estación Memoria.
Del 6 al 22 de junio, los pasillos y sala de exposiciones de la Biblioteca se llenaron no solo de libros, sino también de miradas detenidas, silencios emocionados y recuerdos compartidos. Quienes llegaban con el objetivo de llevarse una novela, preparar un trabajo práctico o simplemente sumergirse en la lectura, se encontraron con algo más: un relato visual tejido a lo largo de 12 años por una familia que decidió documentar las estaciones abandonadas de tren en la provincia de Buenos Aires. Un proyecto familiar, íntimo, convertido en arte; y que, sin quererlo, incomodó y emocionó a muchos, trayendo al presente un deuda pendiente con todos.
Es que las fotografías de Estación Memoria no terminaron siendo simples registros: sino que son fragmentos de tiempo y territorio transformados en afiches de película. Cada imagen tratanto de narrar una historia no dicha, una escena que alguna vez existió o que podría haber existido. Y fue justamente en ese diálogo entre lo visible y lo imaginado donde surgió la magia: las personas, libros en mano, y mil sensaciones, recorrían la muestra como si pasaran de una página a otra, y las vías oxidadas, los andenes vacíos, los nomencladrores tomados por la naturaleza, se transformaban en palabras no escritas.
El cruce fue natural y conmovedor. El lector que buscaba un autor se encontró con un fotógrafo. El estudiante que hojeaba una biografía, se topó con una historia viva de viajes, raíces y tiempo detenido. Las madres que llevaban a sus hijos a descubrir la lectura, terminaban señalando estaciones que alguna vez vieron activas, mientras sus hijos les preguntaban porque ese tren ya no pasaba. Y así, la Biblioteca se convirtió en un vagón compartido entre generaciones.
Después de tres semanas de diversas actividades, el cierre fue como, creo, merecía ser. Rodeados de mucho amor y respeto, y en un marco donde la gente volvió a decir presente. Y ellos fueron parte y testigos de la lectura de relatos que no dejaban de emocionarnos, tanto de quienes eran usuarios del tren, como de quien los manejaba, y de familiares de trabajadores del ferrocarril. Los mismos estuvieron a cargo de Teresita Sibermhart, Maria Arnedo leyendo el texto de Lucía Crucci, Claudio Zuth, Carlos Andrade, Adrián Olivieri y Alejandro Epstein.
Luca (protagonista de esta historia visual) completó la tan hermosa y emotiva noche, donde una vez mas se se animó a la aventura (pero esta vez musical) y tocó la guitarra junto a Juan Martín -su profesor de música del colegio-, quien lo acompañó en violín interpretando unas piezas de música clásica.
Por esto, y por muchas cosas más, queremos agradecer infinitamente al compromiso de la Biblioteca Popular Cornelio Saavedra —ese faro comunitario que no solo guarda libros sino que los hace dialogar con el presente—, Estación Memoria encontró un lugar que no es solo físico, sino simbólico. Allí donde las letras cuentan historias, las imágenes encontraron eco. Allí donde los lectores son parte activa de la cultura, la fotografía encontró nuevos interlocutores.
Y en un mundo que parece correr cada vez más rápido, esta exposición invitó a frenar. A mirar. A recordar. Y al hacerlo, activó ese músculo silencioso pero vital que tenemos todos: la memoria. Porque la memoria también se lee, también se recorre. A veces entre estanterías. A veces entre imágenes. Pero siempre en comunidad.
Texto y fotos: Adrián Maximiliano Arellano
Foto final: Hernan Oliveri















